Mi bebé es
MALCOMEDOR.
Y ya está.
Qué a gusto me he quedado. Y es que el primer paso para
afrontar un problema es reconocerlo, que no solucionarlo, en este caso, porque
con una criatura que se niega a abrir la boca cada vez que se le acerca una
cuchara con una papilla humeante en su interior, poco o nada se puede hacer.
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situación tipica de bebé malcomedor |
Y la cosa es que el bebé prometía… ganaba peso y lucía unas
lorzas que ya quisieran muchos, pero el día que llegó la hora de cambiar el
pecho de su madre por una fría e insípida cuchara, comenzó la huelga de hambre.
Todo empezó cuando intentamos darle su primer biberón de
leche con cereales, que desilusión, no hubo manera, y nos lo trabajamos mucho,
como cualquier entregado padre primerizo, pero era imposible, incluso nos
llegaron a decir “es que no sabéis”, en
fin, que no había forma, así que aceptada la situación de que había que
emplearse con la cuchara (pues parece ser que abundan los bebés “antibiberón”)
cambiamos de táctica.
Y entonces, empezó a producirse la escamosa situación de
que, todos los días, a la hora de cenar, nada más ponerle la papilla delante, la
criatura empezaba a cabecear de manera sospechosa, el primer día se durmió, el
segundo también, y así sucesivamente, lo curioso era que al sacarle de la trona
abría los ojos como un resorte y de sueño nada de nada, nosotros pensábamos que
era casualidad, cambiamos la hora, le dejábamos dormir antes de la cena, pero
al final comprobamos que nos estaba toreando descaradamente.
Después pasó a la
fase de ignorar la comida cada vez que aparecía la cuchara por los alrededores
de su cara, podía prestar atención a cualquier chorrada que tuviera delante,
pero la cuchara como si no existiera.
Y la cosa está en que trasformar un bebé malcomedor en
buencomedor, es imposible, y el día que lo haga (si lo hace, que yo ya estoy
muy pesimista con esto) será porque la criatura quiera y no porque su esforzada
y paciente madre insista e insista, porque en mi caso el bebé ha llegado a
desarrollar las técnicas más depuradas de rechazo e ignoramiento a la comida,
ya no me quedan estrategias, ni ideas, se las sabe todas, a este bebé se le
engaña una vez, pero no dos. No hay juguetes, cachivaches, sonidos, cánticos ni
bailes que valgan, su esforzado padre monta unos shows que de aquí al circo….yo
ya soy experta en meter cucharazos a la velocidad de la luz y el bebé ha
llegado a desarrollar una técnica para reírse a carcajadas sin abrir la boca.
Si alguna vez tengo la fortuna de encajarle un gol, también
tiene recursos, desde abrir la boca (ahí si la abre) y dejar que la comida
salga por donde ha entrado, o bien provocar una arcada para hacerme sentir
culpable o directamente proyectar la comida con una pedorreta a modo de burla, poniendo
todo perdido, incluido él y yo, ale! para que vuelva a por más.
A consecuencia de esto tengo una colección de baberos que
quita el hipo, los hay de todos los tamaños, tejidos formas y colores, y ninguno cumple los requisitos para envolver
como dios manda a un malcomedor. Queda por inventar aquel que envuelva al
pequeño completamente y a la vez se parezca a una camisa de fuerza, porque
cuando se acelera parece que tuviera ochenta brazos, me faltan manos para
sujetarlo…
De momento soy de las que opina que si no come, no come, no
pienso convertir el asunto en un calvario.
“Mi niño no me come” es probablemente
una de las frases que más a menudo oímos de boca de muchos padres y madres.
Angustiados preguntamos a pediatras y amigas para saber cómo solucionarlo. Pero
muchas veces nuestra preocupación no tiene razón de ser…
Por si alguien tiene curiosidad por el archiconocido libro éstos
son algunos de los consejos que desgrana:
No obligar nunca a comer a un niño. Un adulto puede que se niegue a probar bocado por los dictados de la
moda, pero a un crío aún no le pesan las normas sociales. Por tanto no se debe
insistir en que el niño trague a toda costa.
Cuánta cantidad de comida es necesaria. Cada uno de nosotros necesita un aporte calórico distinto, razón por
la que la alimentación no puede tomarse como una ciencia exacta. Unos zampan
como elefantes mientras otros comen como pajaritos. ¿Por qué entonces se
intenta medir a los niños por el mismo rasero? Un niño de año y medio puede que
necesite comer la misma cantidad que un bebé de nueve meses.
¿Seguro que no come nada?.
Para la mayoría de los padres no comer nada significa que su hijo no engulle lo
que ellos creen que necesita. Quizá si su medida fuera medio plato en vez de
uno repleto hasta el borde cambiaría su percepción.
Los que de verdad no comen.
Las enfermedades y los celos provocan un rechazo a la comida que suele ser
transitorio y una vez solucionado el problema regresa el apetito.
El trabajo de mamá. El
regreso laboral de mamá origina en ciertos bebés una negativa a alimentarse si
no lo hace su madre. Pueden no consumir nada en ocho horas y luego ponerse las
botas cuando ella regresa.
Un asunto de honor. Los
padres, sobre todo las madres, suelen vivir la inapetencia como un agravio
personal. Otras consideran un deber atiborrar a su hijo.
Culpabilidad. Frustración
y un terrible sentimiento de no saber cumplir como lo hicieron con ella,
fustigan a muchas madres para quienes la hora de la comida es un calvario.
Niños incomprendidos.
Imagínese qué pensará su hijo. Él, que sólo cuenta con el cariño de sus padres,
de repente se ve atacado por aquellos en quienes confía, que insisten en
cebarle cuando ya no le entra más y encima se enfadan y le gritan.
La prueba definitiva.
Coma en proporción a lo que da a su hijo. Si el niño pesa 10 kilos y engulle un
plato, tráguese usted cinco o seis raciones. Seguro que revienta.
Pecho “for ever” y a libre demanda. La leche materna es el alimento más completo y nutritivo. Si el niño
no pierde peso es conveniente alargar la lactancia hasta el año o los dos años.
Siempre sin imposición de horarios, porque él ya lo pedirá cuando lo necesite.
Las papillas. Nunca se
debe sustituir el pecho por la infundada creencia de que los cereales alimentan
más. Cuando los niños ya degustan papillas hay que saber que casi ninguno logra
terminarse la medida recomendada porque es simplemente una orientación, no un
dictado.
Horror a las verduras. El
pequeño estómago de los niños admite pequeñas cantidades, o sea, muchas
calorías en poco volumen. Las verduras contienen mucha fibra y escasas
calorías, por lo que les enguachina pero no les sacia. Apenas unas cucharadas
serán suficientes para que le saquen el gusto. (será por eso que les gusta
tanto el chocolate?).
La papilla de frutas. Con
las frutas viene a suceder lo mismo que con las verduras. Si el crío las
rechaza pruebe a darle una manzana a mordiscos o una pera en trocitos, por
ejemplo. Las recomendaciones y mezclas frutales del pediatra no tienen por qué
ir a misa.
Respetar el sueño. Algunos
padres enchufan a sus hijos el biberón mientras éstos duermen y después se
quejan de que no comen cuando están despiertos. ¡Pero si ya se han alimentado!
Chucherías prohibidas. Al
margen de que el niño coma o no coma, los dulces y las famosas chucherías sólo
una vez al año para que no hagan daño.
La crisis del año. Justo
a los 12 meses se frena la velocidad de crecimiento y por tanto no precisan la
misma cantidad de alimento. A partir de los cinco años aumentarán el gasto
energético y las necesidades.
El percentil. Las
gráficas de peso traen fritos a los padres. En cada país se elabora una
distinta y nunca coinciden entre ellas. ¿Quiere eso decir que según el lugar
del mundo en que pesen a su hijo estará por encima o debajo de la media?
Defensas infantiles. Los
más pequeños se defienden ante la indigesta ofensiva paterna a base de hacer
bola, escupir e incluso vomitar. Nunca se niegan por capricho. Evolutivamente
los críos tienden a rechazar los sabores desconocidos por simple supervivencia.
Un dragón llamado alergia.
La alergia puede provocar la negativa del niño a ingerir ciertos alimentos como
la leche, el gluten, el huevo o cualquier otro incompatible con su inmaduro
organismo. Por eso es conveniente no obligar a comer.
Estimulantes del apetito.
Los tónicos estimulantes contienen psicofármacos que actúan sobre el centro
cerebral del apetito y su efecto desaparece en cuanto se deja el medicamento.
Poco aconsejables salvo excepciones.
Cómo introducir los alimentos. A partir de los seis meses se pueden ir probando nuevos sabores con
gran precaución y muy lentamente.
Estrategias. No guardar
la comida para la cena. Ponerle en el plato sólo lo que suela tomar aunque sean
tres cucharadas, si tiene hambre pedirá más. Evitar las broncas y los sobornos.
Vegetarianos. Cuando los
padres son vegetarianos los niños pueden vivir perfectamente con una dieta
ovo-lacto-vegetariana.
Acostumbrarse a comer de todo. Obligarle a comer un determinado alimento es la mejor forma de lograr
que lo odie para el resto de su vida. Si no se le fuerza acabará probándolo.
Comer solo. Un niño se
puede negar a comer porque quiere meterse él mismo el alimento en la boca y no
se lo permiten. Aunque se estire la hora del almuerzo y ponga todo perdido es
preferible concederles cierta independencia.
Como el tema de los malcomedores por lo visto trae cola,
he leído múltiples consejos para animar a comer a un bebé, pero a mi bebé, de
momento no le vale nada, se niega a comer y punto, la única receta que vale
para no desesperar es PACIENCIA, nada más…
Y es que a unos les toca el bebé que no duerme, a otros el que tiene
gases y a otros el que no le gusta comer, qué se la va a hacer, aunque claro,
también hay niños buendormidores, buencomedores y pluscuamperfectos, oye, que
no todos van a tener defectos.