Nunca había entendido que era aquella expresión de la que
hablaban algunas embarazadas y madres ya experimentadas, de esa obsesión súbita
por las limpiezas generales que les daba por hacer en la recta final de su
embarazo, cuando ya estaban a punto de dar a luz.
Cuando mi embarazo ya estaba entrado en el tercer trimestre
muchas de aquellas me preguntaban por el dichoso síndrome y me contaban sus
experiencias y sus obsesiones por colocar, almacenar, limpiar y decorar todo lo
que encontraban a su paso.
La matrona me
explicó que, en la recta final del embarazo, algunas mujeres tienden a
desarrollar una gran actividad. Se trata de una reacción conocida como
“síndrome del nido”, provocada por su deseo de tenerlo todo listo para cuando
nazca su bebé. Un sorprendente estado de fuerza y euforia que experimentan
algunas futuras mamás en las últimas semanas de su embarazo, justo cuando la
mayoría se sienten más hartas y agotadas. Vamos, que aquellas conductas se
catalogaban de manera clínica…
Pensaba que estos comportamientos los presentaban aquellas
embarazadas que tenían mucho tiempo libre, que estaban ociosas, se aburrían y
no tenían nada mejor que hacer las semanas previas a que el embarazo llegara a
su fin…
FASE EPIDÉMICA, EL PERIODO DE INCUBACIÓN
En el tercer trimestre del embarazo mi barriga ya había
adquirido unas dimensiones sobrenaturales, así que comencé a asistir a las
clases de preparación al parto, y, curiosamente uno de los temas recurrentes de
conversación entre las más adelantadas era esa obsesión obsesivo-compulsiva por las limpiezas generales y la asepticidad
de todo recoveco de la casa antes de que llegará el bebé… Parecía que aquella locura
transitoria se contagiaba.
No entendía muy bien de dónde sacaban la energía y las ganas
para desempeñar tales actividades cuando yo a esas alturas me sentía harta y
agotada (y lo que me quedaba). Todos los kilos que había aumentado se
concentraban en torno a mi cintura y la barriga, que había crecido hacia
adelante, se suspendía desafiando la gravedad y casi haciéndome perder el
sentido del equilibrio, lo que me obligaba a caminar con una mano sujetando
aquella gran masa y con la otra mi sufrida espalda, vamos, que esa imagen
idílica de embarazada feliz, relajada y sonriente mientras acaricia su barriga
no iba conmigo, tengo que ser sincera y reconocer que el embarazo no ha sido la
etapa más maravillosa de mi vida, ni mucho menos.
LOS PRIMEROS SÍNTOMAS
Avanzado ya el séptimo mes de la gestación y en pleno apogeo
del calor veraniego, en el que los días pasaban lentos y calurosos, comencé a
levantarme cada mañana con un sorprendente estado de euforia y de energía.
De repente me dí cuenta de que la barriga crecía
peligrosamente y que no habíamos preparado nada para el nuevo inquilino…. Así
que empecé a agobiarme con los cambios que había que hacer en la casa para
acomodar todo lo que iba a necesitar el bebé, faltaba espacio, así que había
que hacer nuevos armarios, desmantelar un estudio, comprar muebles, decorar la
habitación… y es que tengo que reconocer que a esas alturas no habíamos hecho
nada aún. Así que de golpe y porrazo me invadieron unas ganas irrefrenables por
hacer todo corriendo, porque además, se me había metido en la cabeza (debía ser
para darle más emoción y presión al asunto) que el parto se iba a adelantar.
Así pues, lo se supone que iba a ser elegir el dormitorio y
la decoración con calma, de tienda en tienda, sin prisa y todo estupendo, se
presentó como algo que había que resolver cuanto antes, había que tomar
decisiones y no había tiempo para recrearse con las revistas de decoración.
EL ESTADO DECLARADO
De un día para otro la casa se convirtió en una batalla
campal, obras, cajas, muebles de ikea desplegados por el pasillo… de repente
nos dimos cuenta en el “fregado” que nos habíamos metido apenas a un mes de mi
FPP (fecha probable de parto para los novatos), así que con mi nidito patas
arriba mi marido, en un alarde de liarse la manta a la cabeza y comerse todo el
marrón él solo (y para evitar crispaciones conyugales), decidió evacuarme un
par de días a casa de mis padres para poner en orden todo aquello. Con lo que
se puede comprobar que el síndrome del nido recae, por extensión, sobre
la pareja de la gestante.
A mi vuelta al hogar pude comprobar que mi pareja había
realizado con gran éxito y rapidez la remodelación prevista en la casa, pero
para mí no era suficiente, aún faltaban cosas, ahora que había terminado la
fase de las obras y el montaje de muebles había que llegar más a fondo, era el
momento de poner lavadoras, lavar cortinas, fundas de sofás, recolocar altillos
etc.
El afán por hacer más no parecía tener fin, cada mañana
esperaba impaciente a que mi marido saliera por la puerta para subirme a los
sitios más recónditos de los altillos, colgar y descolgar cortinas y hacer todo
tipo de malabarismos, que ahora que lo pienso, no sé cómo me atrevía a hacer
semejantes habilidades con el bombo a punto de explotar, eso sí, a última hora
de la tarde apenas era capaz de darme una triste vuelta a la manzana, cada tres
pasos necesitaba parar y sentarme….en cambio, para faenar en casa tenía una
energía que no sé de donde provenía….
Y así iban pasando los días, cada día con un reto nuevo,
trajinando a todas horas, cuando una tarde me visito mi madre y, con la
habitación del bebé ya de exposición, me sugirió que por qué no me animaba a
pintar (a esas alturas! Pintar!)… y por qué no, ya de paso poner papel… yo ví
cómo mi marido comenzaba a palidecer con la idea, que a mí por supuesto me
pareció fantástica, tanto, que nos pondríamos a ello al día siguiente, no había
tiempo que perder. Aquella noche no pude
dormir pensando en colores, estampaciones de papel etc., Pero entonces un
dilema sobre qué color elegir y la locura de motivos, texturas y colores que me
venían a la cabeza, tuvieron la culpa (o la fortuna) de que decidiera abortar
la tarea (Creo que lo pensé tanto que me saturé, menos mal).
FASE DE REESTABLECIMIENTO
Cuando por fin
terminé de lavar e incluso planchar cientos de prendas miniatura, esas ganas
irrefrenables de ordenar armarios, poner lavadoras y jugar a ser decoradora al
fin fueron amainando, creo que toda aquella fuerza espontánea ya me había
puesto a prueba con el fin de prepararme para afrontar el parto.
Parece ser que
aquella sorprendente hiperactividad era una forma de evasión en la recta final
del embarazo ante la inminente llegada del parto. Así que, si alguien se ve
afectada por él, que procure controlar la euforia aunque se sienta capaz de
todo, pues un esfuerzo excesivo podría acarrear un adelanto del parto, lo que
no sería bueno ni para la madre ni para el bebé.
Se recomienda evitar
las tareas que obliguen a estar de pie o a coger peso y las que supongan un
excesivo gasto de calorías. El organismo tiene un sobrepeso de varios kilos, el
metabolismo está acelerado para satisfacer las necesidades del bebé, no se
duerme bien... Y todo ello supone un desgaste extra de energías que no se debe
acentuar.
El síndrome del nido
tiene múltiples manifestaciones siendo la de la limpieza y el orden la más
conocida, pero se conocen casos extremos como organizar y colocar todos los
objetos en un determinado orden por colores, tamaños, formas, guardando cierta
simetría, acumular todo tipo de objetos de puericultura que se intuyen imprescindibles
para la crianza del bebé… eso sí, que nadie se alarme, es pasajero….
A mi las ganas de limpiar me entran cuando estoy premenstrual asi q no me quiero imaginar cuando este embarazada
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